lunes, 9 de abril de 2012

Viajar en cuerpo, Pina

ACERCA DEL DOCUMENTAL QUE WIN WENDERS DEDICó A LA COREóGRAFA ALEMANA
Por: *Alba Balderrama | 08/04/2012

El ciclo de cine “Proyectando Danza” es una iniciativa de Atempo Danza. Se lleva a acabo todos los martes de abril, a las 19:00 horas, en el café-bar El Revolución (Calle Chuquisaca No. 0565). La programación del martes 10 estará a cargo de Andrés Belladiez y Karla Kracht, quienes están en Cochabamba realizando una residencia artística en el mARTadero. Andrés Belladiez es licenciado en Dirección de Escena por la RESAD (España) e incorpora en muchos de sus espectáculos el uso de las nuevas tecnologías como una herramienta al servicio de la narrativa escénica. Compagina su trabajo como director de escena con la gestión cultural y asesoramiento artístico a diferentes entidades y compañías. Karla Kracht es artista visual, (live) vídeoartista, ilustradora, estudió en Alemania, Reino Unido y España. Desde el 2004 trabaja y vive en Barcelona. Sus instalaciones y performances de vídeo han sido expuestos en varios festivales, espacios de arte y galerías en el mundo. Colabora con artistas de varias disciplinas creando videos en directo e instalaciones. Investiga posibilidades de lo-fi (tecnología/interacción) en el entorno de las artes escénicas y artes visuales. La RAMONA publica una reseña del documental que se vio en la primera semana del ciclo.

Uno de los documentales más intensos que he visto recientemente es Pina, del intelectualísimo director Wim Wenders, y creo que es intenso precisamente no tanto por la coreógrafa alemana de danza contemporánea, Pina Bausch, sobre el que gira este homenaje cinematográfico, sino por la mirada de su director. Nacido en Alemania en 1945, Wenders es uno de los herederos del joven cine de su país, y es intelectualísimo no porque estudió medicina, filosofía, cine en la Cinemateca Francesa en París -en la que se dice vio mil películas-, dirección de cine en la Escuela Superior de Cine y Televisión de Munich o porque fuera crítico cinematográfico y un obsesionado con el rock and roll, ni siquiera por su formación católica y su doctorado en Teología. Es intelectualísimo porque su preocupación en todas sus películas, desde Verano en la ciudad (1968) hasta Pina (2011), gira siempre en torno a reflexiones sobre la moral, la existencia, la pérdida de la identidad individual y la marginación. En esa misma línea, se divisa su búsqueda constante por comprender las transformaciones de crecimiento del espíritu humano en el cine.

Y esta búsqueda la hace a través de lo que mejor le sienta y le es natural al cine, el movimiento. Fiel a lo que los teóricos del cine han venido a nominar como el “viaje inmóvil”, el cine tiene el poder de transportarnos emocional, espiritual y mentalmente desde nuestra butaca hacia otros espacios, otros territorios fuera y dentro de nosotros mismos. Wenders quizá es uno de los realizadores más conscientes del poder de este viaje inmóvil, y se consolidó con películas de carretera, o de viaje o road movie como Paris, Texas, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1984. Esta elección estética y narrativa de las road movies, en las que el personaje no solo realiza un viaje físico, sino espiritual, viaje en el que se verá totalmente transformado al finalizarlo, ha sido un sello en las películas de Wenders para mostrar y pensar sobre sus inquietudes filosóficas.

En sus películas, autos, trenes, aviones, inclusive, ángeles caídos vehiculan al espectador inmóvil hacia el interior del cine, el interior de la mente y el alma de personajes en tránsito y en búsqueda. No es casual que escoja personajes con grandes mentes por las que viajar, sensibilidades y obras para homenajear. Lo hizo en 1984 con el maestro Ozu en Tokyo-Ga y en Relámpago sobre agua con el cineasta Nicholas Ray en 1980 y ahora con Pina Bausch, que falleció de un cáncer en el verano de 2009, con Pina, película nominada en los Oscar de este año. Pina es un homenaje de Wenders y los bailarines de la Tanztheater Wuppertal, del cual fue directora por más de 30 años.

Al modo de una road movie, Wenders nos transporta en este documental en el vehículo-cuerpo del ser humano, de los bailarines de Pina y de la propia Pina, hacia las preocupaciones de esta coreógrafa para quien solo existió una respuesta a todo: bailar. “Bailad, bailad, sino estamos perdidos”, decía, porque entrevió que el movimiento es vida, lo muerto permanece estático, solo en movimiento es que se puede encontrar el camino hacia el alma, hacia el amor y la vida, es en el movimiento que dejamos de estar perdidos. Casi, casi como lo vieron los pioneros del cine que habían atrapado la vida con esas imágenes en movimiento en el cinematógrafo. Pina expresaba lo que el alma le dictaba al cuerpo. “El cuerpo grita lo que el alma calla”, dirá la Lispector. Wenders así lo comprende y, bajo un lente poético, simbólico y brillante, nos lleva en un viaje a bordo del cuerpo y su movimiento, que recorre desde la “Consagración de la primavera” hasta el amado “Café Müller”, en el que Pina vivió, bailó y amó, para decirnos que no estamos perdidos.
articulo publicado en RAMONA:
http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2012/0408/suplementos.php?id=2786
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*La autora leyó este texto al cabo de la proyección del documental, el pasado martes, como parte del ciclo de video “Proyectando Danza”, que viene organizando Atempo Danza, con el apoyo de la Oficialía Superior de Cultura de la Alcaldía de Cochabamba, en el café bar El Revolución (C. Chuquisaca No. 0565, entre Lanza y Baldivieso). 

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